014.
Autor: San Agustín (Agustín de Hipona).
Título: Confesiones. – {398} [España: RBA Proyectos, 1983].
San
Agustín puede ser considerado el primer gran filósofo medieval; su obra está en
el momento intermedio entre la finalización del imperio romano y el inicio de
la Edad Media. Las Confesiones, su obra
más conocida, es un texto dividido en 13 libros, que es fundacional en muchos
sentidos: entre otras, es un libro que logra unir en un mismo espacio
conceptual el pensamiento neoplatónico medieval con la fe cristiana y, además, usa
la primera persona como una forma de elaborar, en una pluralidad de sentidos, las
formas narrativas de la biografía, la confesión, la auto-referencialidad, la
memoria, la auto-ficción, etc. Este uso narrativo, hace de Las Confesiones el primer texto autobiográfico conocido, señalando
no solo un tipo de escritura autobiográfica (lo cual será importante para
críticos como M. Abrams), sino planteando dos formas de confesión: una externa
que narra las acciones de transformación, y una interna en la cual se cuenta
una biografía espiritual del sujeto.
Es
necesario entender que en este libro se transforma radicalmente la idea de una
filosofía del yo (base de la filosofía moderna), la cual paradójicamente surge
desde las preguntas de la teología. Al aparecer un hombre que se piensa a sí
mismo pensando, toma un lugar de autoconciencia y aparece la pregunta por el
lugar que tiene Dios en ese conocimiento del yo. Si bien hay una serie de preguntas
hermenéuticas por la interpretación de lo sagrado, la cuestión final se
centraría en el paso de la naturaleza al yo, y desde ahí a la trascendencia de
Dios. Esta filosofía es posible gracias a la combinación afortunada que Agustín
hace del pensamiento neoplatónico medieval y de la teología cristiana. Cuando
Agustín escribe este libro el cristianismo es ya la religión oficial del
imperio romano que está en decadencia, pero necesita una visión que plantee la
trascendencia a partir de la lógica, lo que encuentra en las revaloración que
se están haciendo de idealismo platónico. Incluso retoma del platonismo una
concepción de la literatura y las artes como elementos distractores del
conocimiento (critica la pérdida de tiempo que representa leer a Virgilio, o ve
el teatro como un “delirio miserable”). Además, logra crear en este momento una
imagen que necesita la religión: la imagen del peregrino (que posibilita
ideológicamente las cruzadas); así Agustín es el peregrino del conocimiento,
para lograr la llegada a Dios, a la belleza y a la verdad. Así el peregrino se
construye como un sujeto que no solo viaja a diferentes partes para lograr el
conocimiento, sino que viaja hacia adentro, lugar donde encuentra la
representación de lo divino.
En
este libro, Agustín de Hipona hace una confesión (en varios sentidos de la
palabra): aquel que da fe, aquel que habla de sus errores para congraciarse con
Dios, o aquel que cuenta su vida. En este libro, San Agustín habla principalmente
de todo el camino de saber que tuvo que recorrer para encontrar una verdad que
lo acercara al conocimiento de Dios. Así, narrativamente el libro se inicia con
las primeras preguntas que se surgen sobre la finalidad de su vida en la
infancia, y termina con su conversión al cristianismo después de una epifanía
que le explica una verdad revelada. En ese camino, Agustín de Hipona cuenta de
su búsqueda de la verdad en tres momentos específicos: su unión a los
escépticos (lee a Cicerón y se cuestiona sobre la naturaleza del mal), su
adscripción a los maniqueos (sigue la pregunta por el mal, pero esta vez desde su
contraposición a un bien que tiene una equivalencia en la realidad material); y
finalmente con las enseñanzas del neo-platonismo (desde el idealismo, con su
acercamiento a San Ambrosio y su ulterior conversión). Quizá sea la escena de
la conversión el momento más reconocido de todo el texto; en este momento se
narra cómo Agustín se encuentra en una plaza, leyendo el nuevo testamento, y
escucha a un niño que canta; en el canto del niño, logra escuchar la frase “toma
y lee”, ante lo cual abre la Biblia y se encuentra con un pasaje de San Pablo
que le muestra que la verdad no pasa por lo material, sino por lo espiritual.
Agustín de Hipona funda una de las dos corrientes
filosóficas que sustentarán todo el pensamiento filosófico de la Edad Media (el
otro es el pensamiento Tomista). Para Agustín, la relación entre la fe y la
razón no son equitativas, dado que es necesario creer para comprender
(contrario al pensamiento racional moderno). Para Agustín no es posible llegar
a una verdad a través de una racionalidad pura, por lo que es necesario primero
creer y tener fe, para que el razonamiento llegue después a la misma
conclusión; si hay desavenencias entre la fe y la razón, la causa es una falla
en la razón que se debe revisar. Desde ese lugar, busca a Dios y crea la imagen
que implantará en todo el medioevo de un Dios totalmente bueno, omnipresente,
omnipotente, etc. A pesar de esa imagen del Dios todopoderoso, Agustín se
pregunta por la forma en la cual es posible alcanzarlo o comprenderlo. Ahí
establece uno de los momentos más importantes de su filosofía: para él, Dios no
está por fuera de mí, sino que lo comprendo a partir de la comprensión de mí
mismo; por lo tanto al comprenderme a mí (y por lo tanto, al comprender la
forma en la cual obtengo mi conocimiento, conoceré a Dios; además, ratificaré
la perfección de Dios cuando entienda cómo todo es tan perfecto que solo puede
ser causa de un Dios absoluto (de ahí la primacía de la fe).
Los dos grandes temas de Las Confesiones de Agustín de Hipona, serán la memoria y el tiempo.
Para desarrollar estos dos conceptos, Agustín crea una variación del diálogo
platónico en el cual él es a la vez quien pregunta y quien responde; hay un
diálogo propuesto entre su razón y su alma en la mitad del cual está la
intervención de Dios. Al preguntarse por el tiempo y la memoria, Agustín apunta
al origen, el significado y el porvenir del hombre. Para Agustín tiempo,
memoria e intelecto; forman parte de una entidad dialéctica que abarca lo
humano y lo divino. El tiempo: al inicio de la pregunta por el tiempo Agustín parte
de la contraposición entre una eternidad divina y un tiempo humano que
trascurre; así hace la primera gran división de su concepto de tiempo: el tiempo universal (la cual tiene una
memoria universal que se encuentra en cada sujeto) y el tiempo interior (que tiene una memoria interior, subjetiva que permite
sentir el paso de lo que ocurre). El
tiempo universal es concebido como un tiempo del cual no podemos dar fe (porque
tenemos una memoria limitada), pero que está contenido en nuestro interior, por
lo cual está en nuestro interior la eternidad divina, en forma de memoria; por
otro lado, la memoria no puede contener la eternidad (seríamos eternos) y en ese
exceso que permite recordar todo está la prueba de nuestra conexión con Dios. Un
segundo elemento importante del tiempo para Agustín es la concepción del tiempo
como un presente puro; para él el pasado solo existe como memoria del presente
y el futuro como esperanza del ahora, por lo cual si bien el tiempo es una
eternidad del alma, el tiempo del hombre es solo el del presente: aquello que “es”,
con todo lo que contiene. Concluye con el concepto de qué es lo presente, lo
cual define como aquello que es indivisible, porque si se pudiera dividir se
podría considerar la existencia de un pasado y de un futuro.
[Argumento] Se puede dividir este libro en tres
grandes partes: una primera (libros 1 al 9) en donde narra su camino de
conocimiento hasta la conversión; la segunda parte (10 al 12) hace una
reflexión sobre la forma en que el hombre puede conocer y analiza conceptos
como el tiempo y la memoria, la tercera parte (libro 13) es una interpretación
de algunos apartados del génesis. Los libros en los cuales está más clara su
propuesta filosófica son los de la segunda parte.
[Libros 1-3]
Narra su infancia, cuenta de una grave enfermedad y de picardías de su infancia
(como el robo de unas peras) los cuales los ve como pecados. Inicia su
educación en Cartago.
[Libros 4-6]
Inicia su educación filosófica con la lectura de Cicerón, cuenta la vida
amorosa y amistosa de su juventud. En estos libros narra su adscripción a la filosofía
maniquea y la decepción que sufre. Inicia, además, su interés por los
neoplatónicos de la mano de los sermones de San Ambrosio.
[Libros 7-9] Ya
al final se desarrolla su educación neoplatónica que cambia su visión de Dios,
del mal (ya no como sustancia) y del cristianismo. Se produce la conversión y
decide ser casto (última acción que le faltaba para ser cristiano). Al final se
retira de las clases, es bautizado y su madre muere.
[Libros 10-11]
Explicación de la forma en que funciona la memoria y el tiempo.
[Libros 12-13]
Discusión de apartados del génesis y los significados alegóricos de algunos términos
usados ahí.
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