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    Autor: Sófocles.
    Para enmarcar contextualmente la obra de Sófocles, es necesario entender que la obra del autor trágico coincide con la llamada época de la democracia en Atenas, en la cual Pericles gobernaba. Así, la tragedia clásica está todavía llena del conflicto entre el Estado familiar y el Estado popular. Sin embargo un personaje como Sófocles estaba aliado con las aristocracias y quienes ostentaban el poder. Ya Aristóteles en su poética, hablando de Sófocles aclaraba que Sófocles escribía sobre los hombres como debían ser y no como eran. Así es posible enmarcar las obras de este autor dentro de un idealismo. En este estilo, el arte clásico es visto como la representación de un mundo mejor y normativo, con una humanidad superior y perfecta (típico del pensamiento aristocrático). Sófocles, al igual que Esquilo, creen aún en una inmanente justicia que produce el avance del mundo, para trágicos posteriores como Eurípides, el hombre no es más que un juguete del destino; la emoción que causan las tragedias de Sófocles marca el terror que puede producir en el hombre el inevitable cumplimiento del destino. Mientras Esquilo cree aún en la compatibilidad de la democracia con su ideal aristocrático de sujeto, Sófocles sacrifica la idea de Estado en pro de la moral nobiliaria y en la lucha entre las leyes del gobierno (totalitario y democrático) y el derecho particular de las familias, se sitúa al lado de las estirpes.
    (*) Título: Antígona. – {442 a.C.} [Madrid: Cátedra. 1996. pp 127-175. (en: Tragedias Completas)]
    Antígona es una de las obras más representadas del teatro griego y el personaje de Antígona se ha consolidado como uno de los caracteres más fuertes en pro de la libertad y en contra de la tiranía. La tragedia inicia con la desobediencia de Antígona ante la ley que el nuevo rey Creonte ha dictado: no se enterrará a Polinicies (contrario al entierro de Etéocles) porque se considera un enemigo de la ciudad. Al darse cuenta que su norma es desobedecida, Creonte ordena encerrar a Antígona en una cueva hasta que muera; decisión que traerá su propia ruina dado que muere su hijo Hemón (prometido de Antígona) y su esposa Eurídice. Otros personajes que también aparecerán en la obra son Ismene (hermana de Antígona) y Tiresias (quien vaticina el futuro de Creonte).
    Una de las lecturas más famosas de la obra Antígona, es la que realiza Hegel en sus lecciones de estética (p3, sec 3, cap 3, IIIc). En este fragmento, Hegel observa la obra de Sófocles como la obra más perfecta y la nombra como un ejemplo paradigmático de dos estructuras (igualmente válidas) de contraposición dialéctica. El filósofo encuentra que el tema principal de la tragedia es la colisión entre dos posiciones justificables: la defensa de las leyes de la familia y de las leyes del Estado; lo divino y lo humano. La imposibilidad de una solución se da cuando las dos partes que conforman el posible diálogo son cerradas a la contraparte. A partir de esta lectura, la mayoría de críticos (p. ej. Jean Pierre Vernant), basarán su crítica alejándose o acercándose a la posición de Hegel.
    Quienes comparten esta lectura recalcan cómo en la obra se desarrolla la idea de unas leyes culturales que, acordes a los dictámenes de los dioses, se deben cumplir de manera absoluta. Así la posición de Creonte, quien defiende las leyes humanas, al presentarse como superiores a las divinas hace que la política tome el lugar de la religión, se convierte a sí mismo en un tirano y su gobierno se vuelve autocrático.  Frente a esta imposición de las leyes humanas, la decisión de Antígona es la de la libertad y la de la familia. Es por esto que Hegel presenta la obra de Sófocles como el prototipo espiritual  de la lucha política: para él esta obra muestra el conflicto permanente que está en la base de cualquier forma de Estado y es parte conformante de lo que después será su filosofía política. Así, la lectura de Hegel se realiza desde una perspectiva de las relaciones entre poder y pueblo, cuyo eje se encuentra en el orden jurídico. Las tragedias, para Hegel tendrán su base en la oposición sociedad-naturaleza, dado que un acuerdo armónico de las dos esferas es la perfección del mundo moral. Así, la subjetividad desaparece y tan sólo aparecen los personajes como representantes de dos tipos de leyes. La decisión de Antígona de enterrar a su hermano no surge por una motivación psicológica, sino por una indignación ante unas leyes particulares que no tienen en cuenta al sujeto individual, sino al ciudadano como parte de una sociedad. Por su parte, la terquedad de Creonte está marcada por una necesidad del personaje de regular y hacer cumplir unas normas en pro de lo comunitario (lo cual anula las leyes individuales). Lejos de inclinarse hacia uno de los dos personajes, Hegel considera que tanto Antígona como Creonte son personajes que no tienen una dualidad moral, dado que están totalmente identificados con sus acciones; es decir, la moralidad de estos personajes no está puesta en juego dado que sus acciones son coherentes con su voluntad: están destinados por su propia moralidad a obrar de la forma que lo hacen. Sin embargo, esta dualidad tiene un desenlace que se podría ver como irónico. Si bien Creonte, al contraponer familia (genos) y ciudad, se decanta por la destrucción de la familia en pro de la legislación civil, el castigo está justamente centrado en la familia de Creonte. La muerte de su hijo y de su esposa, es el precio que termina pagando por criticar una visión emocional en la cual la familia es más importante que la polis.
    Contario a esta lectura Hegeliana, la lectura de Goethe se centra en el personaje de Creonte, el cual señala como a un dirigente que no actúa dentro de los parámetros de la política, sino del odio ciego y la obstinación. Esta lectura (que puede estar más cercana a lo que se representó en Grecia) permite ver que las decisiones de Creonte son exageradas y circunstanciales. Creonte no sólo se consolida como la contraposición de Antígona, sino como el antagonista de todos los personajes de la obra (Tiresias, Hemón, etc). Entonces, Creonte como un déspota no busca la opinión, la dialéctica o una puesta en común sino una imposición sobre el pueblo. La lectura de Goethe da preminencia a la subjetividad de los personajes y entiende a Creonte como un sujeto que busca romper las leyes establecidas y lo hace a través del odio. Por el contrario, Antígona no es un sujeto que se deje guiar por el odio, sino por el amor: en uno de sus diálogos, el personaje afirma: “no nací para compartir con otros odios, sino amor”.
    Para Goethe, la decisión de no enterrar a Polinicies no se da por una lucha de leyes, sino por un intento por destruir todo lo que Antígona representa: la posibilidad de libertad, de individualidad y de emocionalidad pasional. Siguiendo una lectura en la cual lo pasional se convierte en eje de la obra, también aparece la visión del amor como una enfermedad, como una locura enviada por los dioses. En esta lectura, también hay dos puntos de vista: si bien aparece el amor como motivante constante de la obra (está en las tres odas que se cantan en la tragedia), algunos autores leen estas referencias como formas metafóricas de lo político. Esto se puede ver en la conversación entre Hemón y Creonte. En esta conversación, Hemón inicia con una decisión por seguir los consejos de su padre ante las leyes creadas, y le aconseja cambiar el castigo impuesto a Antígona. La reacción violenta de Hemón se produce al notar la intransigencia de su padre. Mientras Creonte aconseja a su hijo que el deber no debe ceder ante el amor; Hemón aconseja a su padre que escuche las voces de los otros, del pueblo. Más que el amor a Antígona, la reacción de Hemón está conectada a la intransigencia del padre y a un discurso en el cual Creonte afirma: “¿es que me va a decir la ciudad lo que tengo que decidir?”. Esta serie de diálogos reafirman la idea de Autocracia que se maneja en la obra y el centro subjetivo planteado por Goethe.
    Un último elemento de controversia vale la pena destacar: ¿quién es el personaje principal (el héroe trágico) de Antígona? Tanto Creonte como Antígona aparecen como posibilidades de ser el centro de la obra y convertirse en el héroe trágico que reclama Aristóteles en su poética. Antígona no sólo es quien (como hija de Edipo) pertenece a una familia que tiene una maldición en su sangre (elemento que se subraya en una de las antistrofas), sino que además construye su propio fin trágico al realizar una acción que es la causante del castigo. Por otro lado, Creonte sufre un castigo a través de la muerte de sus seres queridos los cuales han muerto por una decisión que él toma. Esta hybris, más cercana a la desarrollada por Esquilo en sus obras, concluye con un personaje que sufre un fin trágico estando vivo para entender las consecuencias de su obstinación. Al igual que las posiciones de los dos personajes, es un elemento irresoluble en la obra.
    Para anotar como un elemento adyacente, la obra trata también una serie de temas esenciales que aparecen como conformantes de esa confrontación principal entre Antígona y Creonte. Una de ellas se relaciona con la idea del buen sentido. Ya en un apartado, el vigía que da las noticias a Creonte dice “es triste tener una opinión y que esta sea falsa”. Esta acotación del vigía apunta a una idea del buen sentido en el gobierno el cual crea una división clara entre lo bueno y lo malo, señalando elementos de moralidad que son dictados no por los sujetos sino por las leyes imperantes. El mismo Creonte divide al inicio de la tragedia a los hombres entre aquellos que aman a la ciudad por encima de todo y aquellos que consideran a sus amigos más importantes que la patria. Esto produce una clasificación entre buenos y malos que se mantiene en toda la obra y que es parte primordial del centro narrativo. Esta separación es matizada por Antígona quien deja la consideración de las buenas y malas acciones como parte de las decisiones del Hades. Esta idea se complementa con el concepto de Justicia, el cual es nombrado una vez por el coro y que hace referencia al tipo de Justicia implantado por Creonte. Mientras para Antígona no existen leyes justas o injustas, sino ritos que se deben seguir para el bienestar del sujeto; Creonte plantea una justicia de un orden legal.
    Al finalizar la tragedia, un coro parece indicar el tema central: el señalamiento negativo que se hace a la intransigencia de Creonte y la insistencia por una sensatez que está representada de manera más compleja por todos los personajes que contradice Creonte. Sin embargo, como bien lo anota George Steiner, esa no es la única dicotomía de Antígona. En esta obra es posible ver cinco confortamientos bien delimitados: "el enfrentamiento entre hombres y mujeres; entre la senectud y la juventud; entre la sociedad y el individuo; entre los vivos y los muertos; entre los hombres y Dios (o los dioses)".
    -          -  Winnington-Ingram, R. “Creon and Antigone”, en: Sophocles, An interpretation. Cambridge: Cambridge University Press. 2002. (pp. 117-149).
    -          -  Steiner, George. Antigones New Haven and London: Yale University Press. 1996.
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    (**) Título: Edipo Rey. – {442 a.C.} [Madrid: Cátedra. 1996. pp 179-238. (en: Tragedias Completas)]
    La leyenda de Edipo es bien conocida dado que se popularizó cuando Freud (en La interpretación de los sueños) usó el ejemplo del personaje trágico para explicar el complejo que hoy lleva su nombre: “Complejo de Edipo”. Lejos de las lecturas psicoanalíticas, la obra de Sófocles narra la búsqueda obsesiva de Edipo por la verdad de la peste en Tebas y el consecuente descubrimiento de su pasado y su crimen. Inicia cuando en Tebas se extiende una plaga, los ciudadanos piden a Edipo que salve de nuevo la ciudad y averigüe cómo terminar la enfermedad. Ante esto Edipo pide a Creonte que visite el oráculo de Apolo el cual dice que la peste sólo cesará cuando el asesino de Layo haya sido desterrado. Ante este nuevo interrogante, Edipo llama al adivino Tiresias quien le explica que es Edipo quien ha matado a su padre y se ha casado con su madre. Ante esta revelación Edipo culpa a Tiresias y a Creonte de confabular en su contra. Después de una serie de interrogantes a viejos pastores y sirvientes, Edipo acepta su crimen y decide sacarse los ojos como castigo auto infringido. Al final de la obra Yocasta se suicida y Edipo sale de la ciudad para no ver a ningún ser humano.
    Para comprender la forma en la cual se estructura Edipo Rey es necesario entender que el protagonista no tiene una falla moral en su comportamiento, sino que es ignorante de las consecuencias que sus acciones causan. A diferencia de Esquilo, en el cual la acción puede ser evitada, en Sófocles hay un destino manifiesto el cual, al existir, le quita todo el peso moral a los personajes y los enmarca en una hamartía ineludible. Así, Edipo es un hombre que libremente escoge, por los más altos motivos, una serie de acciones que lo llevan a su propia ruina: lo que causa su caída trágica es su propia fuerza, su obstinación con la verdad, su coraje y su lealtad a Tebas (acciones que a los ojos de los hombres son heroicas). Es por esto que al final de la obra, Edipo corta con todo contacto humano: porque si bien es inocente, sus acciones quedan como horrores porque han violado el orden y las normas de lo social, es decir: producen la culpa.
    Según Aristóteles, Edipo Rey es la tragedia perfecta. Parte de esta idea de la perfección de la obra de Sófocles parte del concepto mismo de tragedia que trabaja el filósofo en su obra. Para Aristóteles, una tragedia es perfecta cuando ocurren una serie de características las cuales se agrupan en la obra de Sófocles. Una de ellas es el carácter del protagonista (héroe trágico), que debe ser un sujeto éticamente un poco superior al hombre común quien ha sufrido una Hamartía (caída trágica) no causada por él sino por su ignorancia. Otra de las características es la concordancia de las dos acciones que conforman el lance trágico: el reconocimiento y la peripecia; las cuales en Edipo Rey ocurren cuando Edipo pasa de la ignorancia al conocimiento de su propia identidad. Si bien estos son sólo dos elementos, es posible centrarse en ellos para analizar la forma como Edipo Rey se puede estudiar a partir de dos ejes: la ambivalencia y la inversión.
    Ambivalencia en el lenguaje: el lenguaje utilizado por Sófocles en Edipo Rey, hace que esta sea una de las obras con mayor cantidad de dobles sentidos, lo cual no sólo aparece como una marca de los diálogos, sino que estructura toda la obra. La obra juega con el hecho de traducir la visión trágica del mundo, dividido por las contradicciones. Parte de la propuesta de Sófocles se basa en la incompatibilidad que surge cuando una misma palabra puede significar dos o más cosas, por lo general opuestas. Cuando el valor semántico de la palabra cambia según el contexto (político, social, religioso, etc.), los sujetos que la utilizan pueden caer en la unilateralidad de entender sólo un sentido, lo que causa la caída trágica. Este mismo concepto es el eje que ya Sófocles había utilizado en Antígona, cuando el nomos (la justicia) se convierte para Antígona y para Creonte en un concepto que tiene dos significados que se enfrentan para producir la caída trágica. Sin embrago, el giro que Sófocles inserta en Edipo Rey es que no son dos personajes enfrentados, sino que es el mismo Edipo quien, sin saberlo, utiliza los dobles sentidos en contra de sí mismo. Si bien en otras obras de Sófocles la homonimia hace que al final el héroe sea “tomado” por su palabra al levantarse como dos unilateralidades (violentas) contrapuestas, en el caso de Edipo el lenguaje funciona en dos niveles: el primero es el de Edipo y una palabra que se levanta contra sí; y un segundo nivel en el cual se crea un diálogo entre el escritor y el público, quien entiende el mensaje que el mismo protagonista no ve (esto se da debido a que, claramente, los espectadores de la obra conocían la historia de Edipo). Así  Edipo Rey apunta a dos niveles de lenguaje: uno oscuro y ambiguo (Edipo) y uno transparente que logra su cualidad de comunicación (Sófocles-público).
    Analizado desde la estructura de los personajes, es claro que Edipo es quien guía y dirige toda la obra. Es él, con su deseo apasionado por la verdad, quien inicia y determina su propia tragedia. La idea que determina toda la obra es lograr llegar a la verdad a toda costa, incluso cuando otros personajes intentan detenerlo (Yocasta, Tiresias, el pastor). Así, la obra está llena de un estatus e ambigüedad alrededor de la cual se estructura la tragedia. Edipo no escucha el discurso que él mismo establece y que sólo entiende la audiencia: no sabe del corazón de su propio discurso. Es como si sus palabras tuvieran un eco invertido que suena como una broma siniestra y que en realidad es la rectificación de sus palabras. Este discurso está emplazado en dos espacios que se confrontan entre sí: el discurso de lo humano y el de lo divino. Al final de la obra los dos discursos se reúnen en un mismo personaje (Edipo mismo) quien logra una identificación consigo mismo y que constituye una vuelta de la acción que no esperaba. Esto se dirige a la plena identificación de Edipo con su pasado como quien descubre los enigmas.
    Identificación y enigma: Para desarrollar la idea de la identificación y del enigma, es necesario entender cómo, en esta obra, se dan la anagnórisis (el reconocimiento) y la peripecia (el cambio de destino). La identificación de Edipo se produce justamente cuando tanto el reconocimiento como la peripecia se dan de manera simultánea; esto muestra que la obra en realidad se estructura bajo el desplazamiento de la pregunta de ¿quién mató a Layo?, a ¿quién es Edipo? En todos los aspectos, Edipo es justo lo contrario a lo que aparenta ser como gobernante de Tebas y cabeza de la ciudad; p. ej.: Edipo se presenta a sí mismo como luz, pero termina inmerso en las tinieblas de la ceguera. Volviendo a la idea de la ambigüedad del lenguaje, ésta marca la duplicidad de la condición humana como un acertijo que invita a dos respuestas igual de posibles pero opuestas. Así, el acertijo inicial es la marca de inicio de la obra y el acertijo no es otra cosa que la búsqueda de la identidad propia, aunque el mismo Edipo no lo sabe. El acertijo lleva a la conclusión que el ser humano es alguien que nunca podremos conocer o descifrar, sino que es ambiguo; por lo tanto sólo podemos preguntar por él.
    Por otro lado, cuando el acertijo es descubierto, el esquema formal muestra cómo los valores positivos son invertidos a valores negativos cuando pasan del plano humano al plano divino. Así, si vemos la construcción del lenguaje y el enigma desde los dos planos (humano y divino), es posible entender cómo Edipo es considerado inocente como humano, dado que no realiza una acción que conlleve el castigo; pero es culpable desde lo divino, dado que ha cometido una falta grave (es contaminado) en contra de los preceptos sociales de los dioses. Este cambio también se observa en el lenguaje utilizado en la tragedia: los términos que definen a Edipo al inicio son los que pertenecen a los dioses, lo cual hace que Sófocles iguale a Edipo con lo divino, pero la grandeza de Edipo se difumina a medida que los términos siguen apareciendo para afirmar el poder de los dioses. Edipo es muy valioso como hombre, razón por la cual los adjetivos indican que está por encima de los hombres, pero cuando sufre la caída trágica, se ve claramente que es algo menos que los hombres al convertirse en una bestia rechazada. Tiene por lo tanto un estatus doble: es mejor que los otros hombres en lo social (dirige la ciudad), pero se convierte en algo peor que los hombres dado que está contaminado (sale de la posibilidad de socializar con los otros): de dios a bestia.
    Un último elemento relaciona directamente la historia del enigma de Edipo con su posterior identificación. El mismo nombre de “Edipo” contiene dos posibles acepciones: (Oidipous) que es cojo o que tiene un pie con una falla; o también puede ser aquel que ha descifrado el enigma del pie. Ambos significados apuntan a la dualidad de la identidad de Edipo. Una de las acepciones lo marca como “el abominable” aquel que tiene una falla y debe ser desterrado de lo social, o aquel que sabe más, que logra salvar la ciudad. Así, el camino de Edipo es el de aquel que ha sido rechazado, ha descifrado el enigma y posteriormente (debido a esa misma interpretación) vuelve a ser expulsado (esta vez por el conocimiento). Este camino es contrario al de los héroes griegos: contrario a personajes como Aquiles que han recibido su poder y su identificación a través de aquello que han heredado de los dioses (o de los padres, en el caso de los reyes); Edipo llega al poder gracias a sus propios medios y consigue una posición por una acción consciente. Esta inversión se intensifica cuando el descubrimiento de sus peculiaridades heredadas son las que lo hacen caer en el destino trágico: la sangre, en lugar de darle un estatus y unas virtudes, causa su rechazo y su perjuicio.
    Es posible relacionar la tragedia de Edipo con una tradición antigua de Atenas en la cual, una vez al año, se realizaba la “expulsión” de un sujeto considerado como aquel que tenía la contaminación que producía las pestes: la expulsión del pharmakon. Rey o pharmakos, son las dos caras de Edipo, el cual se constituye como enigma al contener en sí a las dos figuras como una expresión con doble sentido. El hombre contiene así los dos opuestos siendo contradictorio e imposible de resolver (¿cuál es el Edipo real?, el que es inocente o el que se siente culpable por la falla cometida). Una vez se ha descubierto el enigma de la identidad de Edipo, éste se identifica (en la culpa) tanto con su padre Layo, como con sus hijos. Así mezcla en sí mismo las tres generaciones y por lo tanto en las tres edades, convirtiéndose a sí mismo en el enigma: es él (Oidipous) quien tiene los cuatro, dos y tres pies; es él el ser humano en general. Es posible entonces entender que la esfinge lanza un acertijo con solución, pero el hombre que descifra el acertijo (que vence al monstruo, en el que finalmente se convierte al final), se vuelve monstruo (y contaminación), un hombre que toma la forma de un acertijo que ahora no tiene posibilidad de respuesta.
    Es posible concluir con este análisis tres elementos principales: a) Edipo Rey es un modelo típico de tragedia porque trabaja en una serie amplia de niveles que se ensamblan por medio de la ambivalencia y la contradicción. La estructura está marcada por un momento en el cual se da tanto el reconocimiento como la peripecia; el lenguaje está marcado por un estilo múltiple y ambiguo y el tema habla sobre el enigma que representa ser un sujeto y el espacio de indeterminación cuando no hay una respuesta a la identidad individual. b) En la práctica social y en la teoría hay una estructura polarizada que delinea y especifica la vida humana y la ley característica para los dioses y los hombres. En Sófocles, las leyes (nomoi) y sus interpretaciones son complejas, y en esta obra la resolución se da por una coincidencia de las dos acepciones de ley en un mismo sujeto que las hace coincidir, pero que no resuelve de manera clara. c) Edipo finalmente nos habla de la desesperada inseguridad de la condición humana, eso que configura la fuerza interna que nos lleva a perseguir la verdad.
    -         -   Vernant, Jean-Pierre. “Ambiguity and reversal: On the enigmatic structure of Oedipus Rex.” En: Oxford Readings in Greek Tragedy. Ed. Por Erich Segal. New York: Oxford University Press. 2001.
    -     Dodds, E.R. “On misunderstanding the Oedipus Rex.” En: Oxford Readings in Greek Tragedy. Ed. Por Erich Segal. New York: Oxford University Press. 2001.