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  1. 034. Autor: Erasmo de Rotterdam.
    Título: Elogio de la locura. – {1511} [Bogotá: Editorial Panamericana, 2013. 289 pp.] {Incluye introducción, grabados de Holbein, texto original en latín}.
    Erasmo de Rotterdam es uno de los pensadores más influyentes del primer humanismo y uno de los primeros que sentó las bases de lo que sería la reforma protestante. Fue un prolífico escritor neerlandés y en sus obras se encuentra un estilo que se aleja de la solemnidad filosófica para usar lo cómico y lo satírico como herramienta de conocimiento. Es reconocido por ser el representante de un cristianismo que ya no está fuertemente conectado con los dogmas y las leyes de la ortodoxia, sino que es un cristianismo humanista, el cual busca entender la religión cristiana a partir de un comportamiento en la vida social y en el diario vivir, y no en seguir normatividades de la iglesia. En este libro se encuentran desarrollados varios tópicos que serían básicos para el desarrollo del humanismo y, posteriormente, del barroco: el bufón, la vida como teatro, la búsqueda del hedonismo, el espejo como imagen de autoconocimiento. El centro el pensamiento de Erasmo, y del Elogio a la locura es el libre albedrío, el ubicar de nuevo al hombre en el centro del pensamiento occidental, y repensar la forma en que se concibe la libertad, en contra de las coerciones de las instituciones religiosas, educativas y filosóficas. El Elogio a la locura es una piedra de toque del renacimiento europeo y un giro a todo el pensamiento medieval que ponía a la religión en el centro: aquí el nuevo centro (sin irse en contra de la religión) es el hombre.
    Erasmo, como representante del renacimiento, se interesó por retomar los textos clásicos (griegos, latinos y bíblicos), y releerlos a partir de un punto de vista nuevo, marcado por el humanismo. Por ello hizo traducciones de ellos y, al final, fue quien alejó a la biblia del latín y la acercó a un público más amplio (con su famosa traducción). Es necesario enmarcar la obra de Erasmo en el momento de mayor apogeo de la imprenta: es justamente con esta nueva herramienta que el pensamiento de Erasmo tiene la influencia que logra en toda Europa, la imprenta no solo permitiría que se leyeran los textos religiosos por un público más amplio, sino que se podrían hacer anotaciones, interpretaciones y acotaciones; por ello su necesidad de traducir la biblia a un lenguaje más cercano a lo popular. Esta sería la razón que también explica el éxito de su obra (siete ediciones en dos años) y el tono que utiliza para hablar de temas filosóficos pero desde la risa, la burla y la caricaturización de los caracteres de los que habla en su texto; además es uno de los primeros autores que hace una equivalencia entre la cultura erudita (con las citas y las referencias) y la cultura popular (con dichos, refranes y tono oral en la escritura), lo que también crea un acceso más amplio a un nuevo público.
    Es interesante que dedique esta obra a su amigo Tomás Moro, no solo porque se puede relacionar esta obra con Utopía, sino porque estas dos obras muestran dos caras de la forma en que se desarrolló el primer humanismo del renacimiento. En la obra de Moro la creación de su ínsula utópica está marcada por la crítica a la sociedad de su época, frente a la cual el inglés propone un nuevo espacio en el cual esas obras estén corregidas; en la obra de Erasmo ocurre lo mismo, pero no se hace una propuesta de un topos ideal, sino que se usan métodos de inversión para la crítica (en este caso es el uso de la sátira). Estas dos formas de transformación formal a las críticas filosóficas, indican dos cosas: la primera es la necesidad de encontrar otro público a las propuestas políticas y filosóficas de su época, los cuales se logran mediante el uso de la narrativa o del discurso humorístico (pensar en la carnavalización de Bajtín); la segunda es romper con las formas del tratado erudito (en latín) para volver a la filosofía un espacio mucho más popular y fácil de entender.
    El título original de su obra es Morias Enkómion el cual no traduce “locura”, sino “estulticia” (especie de ignorancia necia). En esta obra de corte filosófico y, a la vez, cómico; Erasmo le da la palabra a la estulticia quien se encarga de hacer su propio elogio y hablar de su importancia en la sociedad del momento. Es claro el tono irónico en todo el texto, el cual se combina con una serie de referencias eruditas para que tome la forma de un tratado sofista, pero convertido en burla sarcástica. Hay algunas imágenes que Erasmo desarrolla de manera extensa y que serán importantes para el desarrollo del pensamiento del renacimiento, quisiera rescatar dos de ellas: el bufón y el teatro del mundo. Partiendo de la idea del teatro, Erasmo apunta que todo contiene su opuesto, pero que preferimos no verlo así, dado que elegimos lo que vemos y lo que el otro ve de nosotros. Así, en esa elección de los roles sociales, todos tenemos una máscara que esconde lo que es real; la imagen de la máscara le da pie para desarrollar la analogía de la vida como un teatro cómico el cual preferimos imaginarnos como obra dado que, de esa forma, podremos disfrutar más. Contrario a la búsqueda de sabiduría de los filósofos, Erasmo propone que lo mejor es no llegar a la sabiduría, sino quedarse en las apariencias: conocer las cosas tal como son no nos da nada más que congoja, y la ignorancia (las máscaras) nos pueden dar felicidad; así, es mejor quedarse con las máscaras y aceptarlas con la verdad. Basado en esas mismas afirmaciones, Erasmo exalta el papel del bufón como aquel que es capaz de decir las cosas tal y como son porque, si todo tiene su opuesto, en las bromas del bufón se pueden esconder las verdades más crudas; la verdad que es molesta cuando la dice un sabio, se convierte en alegría cuando la nombra un bufón. El bufón, al contrario de los sabios (sigue presentando dicotomías contrapuestas), tiene un rostro que corresponde con su lengua (es el único que no tiene máscaras); los sabios tienen dos lenguas: una para ser y otra para aparentar.
    Argumento: Para el análisis se ha dividido el libro en fragmentos que tienen temas en común, no es la división del libro en sí misma. Algunos temas se mantienen, cambian o se transforman sin que haya una división estricta.
    Al inicio el texto tiene un alto contenido metatextual en el cual la estulticia se refiere no sólo a la forma en que desarrollará su argumento (que es a la manera de los sofistas y los retóricos), sino que habla de sí misma como la mejor conocedora para saber de su influencia en el mundo y la importancia que tiene en la sociedad del momento (de ahí que se refiera a su “público lector” como estulticios). En estos capítulos iniciales Erasmo desarrolla el estilo que tendrá la obra, el tema a tratar, defiende su sinceridad, y la forma de la declamación como posibilidad filosófica.
    En un segundo fragmento de la obra, el autor retoma elementos de las cosmogonías de los dioses griegos, a la manera en que los hace Hesíodo, para encontrar el grupo que rodea a la estulticia y que la hacen posible. Es interesante cómo no hace una búsqueda a la manera de las hagiografías, sino desde las cosmogonías paganas, lo que ya señala por momentos no solo el interés de Erasmo en las estructuras clásicas, sino en la inversión de lo religioso cristiano. En esta construcción desde lo griego (es decir desde las características que fundan la estulticia), Erasmo propone una contraposición entre la razón y la pasión, pero dando crédito a la pasión como motor de vida y a la razón mal empleada como aburrimiento, estatismo e inutilidad. Una de las más interesantes propuestas de esta parte, es la posibilidad de hallar en cada concepto, su contrario; algo que retomarán después autores como Foucault, e incluso Derrida (y que, de nuevo, se relaciona con la carnavalización de Bajtín).
    Un tercer momento de la obra se relaciona con el papel de la estulticia en la vida diaria; este análisis va desde la forma en la que se relaciona con las diferentes edades en cada ser humano (principalmente en la niñez y en la vejez), pasando por las diferentes formas de las relaciones sociales (amistad, matrimonio, banquetes, auto-reflexión), hasta llegar a las acciones de las naciones entre sí (guerras y política). Es así que Erasmo atraviesa todas las capas de construcción del sujeto, desde lo más personal, hasta llegar a lo nacional; y señala en cada aspecto el valor de la estulticia. En este apartado sobresale, de nuevo, la contraposición entre razón y estulticia; pero esta vez haciendo énfasis en la inutilidad de los sabios, los conocedores, los dedicados al estudio y los eruditos. Erasmo contrapone una vida de existencia pura (y hedonista) a una vida de saber que se aleja de lo real. Para ejemplificar eso, todo el tiempo da ejemplos en los cuales los altos cargos del país, las personas con dinero y las felicidad, está atada a la estulticia; mientras que los sabios son aburridos, amargados, pobres y poco útiles para la sociedad. La estulticia es práctica, por ejemplo: permite el amor y la amistad al hacer olvidar los defectos del otro.
    Antes de iniciar la cuarta parte, Erasmo relaciona la estulticia con la condición del hombre como parte de la naturaleza, ya no como ser social; y define al hombre como la creatura más desgraciada de la faz de la Tierra. Ya en esta parte, Erasmo habla directamente de la locura y su relación con la estulticia, y define acciones humanas que se relacionan fácilmente con la locura (que la ve como una especie de obsesión): cacería, juegos de azar, supersticiones, religiones, adulación, etc. Bajo todas estas descripciones, Erasmo habla todo el tiempo de las preceptivas que hay bajo todas estas instituciones y cómo estas normas y directrices pueden llegar a caer en la obsesión y en la locura inútil. Contra esto, Erasmo alza la estulticia como arma de libertad, posibilidad de libre albedrío y de rompimiento de las normas institucionales que rigen todo espacio social. De esa manera aparece la felicidad no como una construcción que dada desde lo social, sino como construcción individual: de ahí que “para obtener la felicidad, solo se debe creer que se tiene”.
    Esta propuesta es trabajada de manera especial con algunos de los oficios que, es posible entrever, han perdido su rumbo y se han convertido no en espacio de aprendizaje y conocimiento, sino en institución de coerción y de creación de normatividades: gramáticos, poetas, retóricos, jurisconsultos, filósofos, teólogos (y continúa con personajes y roles sociales), frailes, reyes, príncipes, cortesanos, obispos, cardenales y papas. Esta es la parte más crítica del libro; en ella Erasmo se centra en indicar cómo cada uno de estos roles ha perdido su razón de ser inicial para convertirse en su contrario: en lugar de ser puente, guía o ayuda, se han convertido en lugares de autocomplacencia, de inutilidades, de poca ayuda y de auto-referencias que han olvidado al sujeto social que esta por fuera de esas instituciones; se han convertido en sujetos egoístas, serviles, perezosos, avaros, suntuosos.
    La última parte tiene un carácter netamente retórico, en este apartado Erasmo decide retomar las palabras de distintos autores (que van desde los clásicos a la biblia) y busca entre sus páginas las veces que se ha hablado de la estulticia y qué se ha dicho de ella. A partir de una serie de argumentos que son desarrollados desde una lógica aristotélica y una nueva hermenéutica de los clásicos; Erasmo logra forzar cada una de las citas de sus textos para que digan lo que él quiere: la exaltación de la estulticia. Es así como es posible observar, desde la ironía, un primer esfuerzo de interpretación de los textos sagrados a partir del humanismo (lo que después luchará la reforma). Con este ejercicio Erasmo lleva hasta el extremo la idea de que todo texto puede ser leído a partir de diferentes aspectos e interpretaciones, y que todas ellas son posibles; en medio de las entrelíneas, hay una crítica a la forma en la cual han sido tratados los textos sagrados (la biblia) y a la religión como institución coercitiva. Entre los autores que nombra Erasmo están Homero, Cicerón, Horacio, apartes del Eclesiastés y de San Pablo.

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