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Autor: Bartolomé de las Casas.
Título: Brevísima relación de la destrucción de las Indias. – {1552}
[Barcelona: Editorial Alianza, 2005. 182 pp]. [Selección]{Incluye introducción}
La Brevísima destrucción de las Indias, lejos
de considerarse una obra igual a las crónicas de Indias, es una denuncia: un
texto que intenta demostrar con hechos la barbarie que se cometió en América en
contra de los pueblos indígenas. Esta relación empezó como un texto que fue
encargado por Carlos V, y que De las Casas dedicó a su hijo Felipe, que se
convertiría posteriormente en el rey Felipe II. Inicialmente fue pensado solo
como una obra manuscrita que circularía en el círculo cerrado de la corte, pero
rápidamente llegó a otros espacios de lectura, dado que De las Casas la publicó
de manera ilícita. Es así que la obra pasó por tres momentos de construcción:
primero desde lo oral, cuando De las Casas anuncia en corte lo que ha visto y
hace una primera denuncia ante el rey y ante el encargado de los asuntos de
Indias Felipe; segundo, la escritura manuscrita de esta “relación” que se le ha
solicitado y que tiene como finalidad la entrada a los procesos de la corte, y
un tercer momento que es el de la impresión y la distribución del libro. Entre
uno y otro momento pasan diez años (1542 a 1552). Parte del éxito de la Brevísima (nombre con el que se conoce
actualmente) se debió a una corriente antiespañola que estuvo presente en
Europa a mediados del siglo XVI, pero también porque posteriormente se retomó
por los independentistas en el siglo XIX, encontrando en él bases históricas
para justificar la sistemática opresión española de la cual se querían separar.
Además
de la denuncia, elemento temático de gran importancia, este texto también
construye una serie de tipos o de metáforas que serán vitales para la
construcción del imaginario de lo español, de lo indígena e incluso de los negros
(en lo que se llamaría la “Leyenda Negra”). Estos imaginarios inician desde el prólogo
en el cual De las Casas juega con la misma construcción de lo fantástico que
Colón había utilizado para sus cartas y sus diarios. Así, De las Casas recurre
al tópico de lo maravilloso, lo sorprendente o lo increíble (método utilizado
de manera recurrente para los libros de crónicas de las Indias); pero,
contrario a lo usual, el autor describe no la naturaleza o las riquezas, sino
las matanzas y los atropellos cometidos contra los indios en las tierras de la
Nueva España. Lo mismo ocurrirá con la construcción de un lugar utópico que elabora
siguiendo el lenguaje y las estructuras de los diarios de Colón (los cuales se
habían popularizado como estrategias narrativas) y las convierte en su opuesto.
Al inicio del escrito de la Brevísima, De
las Casas describe un lugar edénico el cual describe el espacio geográfico la
naturaleza, los animales, las personas y sus costumbres; a ese lugar es al que llegan
los españoles en el “descubrimiento”; posteriormente, con la conquista, ese lugar
ideal se convierte en un infierno, que se construye a partir de una ambición
sin medida por el oro y las riquezas.
En
el “argumento” que abre la Brevísima, ya
es posible ver cómo De las Casas empieza el juego narrativo y retórico que será
el sustento de toda la obra. Se dirige al rey de España contándole lo que ha
visto en tierras .americanas; inicialmente propone su escrito como una novedad,
dado que si el rey supiera de esto, como buen cristiano, lo habría prohibido
desde hacía mucho tiempo. En este juego de palabras, De las Casas compromete la
fe y el comportamiento cristiano del mismo rey, y lo inserta en un compromiso
que tiene una serie de visos interesantes: conlleva que el rey acepta a lo
indígena en equivalencia a lo español, supone el desconocimiento del rey de lo
que hacen sus súbditos, y crea una serie de adjetivos los cuales se
contrapondrían a la idea del rey (tirano, crueles, malditos); es decir, si el
rey permite eso, caería en la misma red simbólica de adjetivos y, por lo tanto,
debe evitarlo para ser igual que los súbditos que cometen esas barbaridades (la
parte por el todo, en el caso español).
Por
lo tanto, es interesante cómo los recursos retóricos del padre dominico apuntan
a enmarcarse dentro de una tradición de escritura, la cual utiliza para causar
efectos contrarios. Por ello el uso de contraposiciones es clave: increíble
pero real, inverosímil pero que él vio, utópico/edénico pero un infierno, lobos
vs corderos, etc. Esto hace que De las Casas cree todo un aparato retórico y
descriptivo que le permita establecer los dos puntos clave de esa contraposición:
lo español y lo indígena. En el caso de lo indígena, De las Casas usa los adjetivos
que habían aparecido con la teoría del “buen salvaje”. Así, los indígenas son amables,
pacientes, pacíficos e inocentes; sus actos de violencia no aparecen por naturaleza,
sino que son el resultado de la violencia que sobre ellos se ha ejercido (que
pareciera sí ser natural en los españoles). Toda esta descripción de los
indígenas como “ovejas mansas” tiene el propósito de convencer al rey de la
plausibilidad de convertir a los indígenas a la religión católica, lo cual les
daría una serie de derechos y estatus social y ontológico que hasta ese momento
no tenían. Un ejemplo de cómo De las Casas transforma los elementos simbólicos
del discurso es la aparición de la antropofagia, la cual solo es nombrada en el
texto como resultado del hambre que los españoles hacen pasar a los indígenas
(una madre se come a su hijo). Por otro lado, los indígenas se presentan como
las víctimas de una fe que ignoran; es decir, si bien los indígenas ignoran la
fe católica, De las Casas los considera como personas (no desde la visión del otro-animal,
visión amplia en el momento) que son hijos de Dios y que deben ser tratados
como tal.
La construcción
del imaginario español es diametralmente opuesta a la del indígena: son descritos
como crueles, ambiciosos, malos y destructivos. Constantemente De las Casas
utiliza imágenes animales carnívoros para ellos (lobos, leones, tigres). Es así
que la antropofagia, que comúnmente se relacionaba a lo indígena, se convierte
en el referente simbólico de lo español; es a partir de estos giros retóricos
que De las Casas establece un nuevo orden simbólico para lo que está ocurriendo
en América, dando vuelta, desde el lenguaje, a los imaginarios de la colonia. Incluso,
para reafirmar esta imagen, De las Casas narra explícitamente cómo los
españoles terminan por “comer” indígenas o los dan a los perros para que se
alimenten. El giro de esta acción ejemplifica cómo el gran giro retórico que da
De las Casas a su argumento es que los indígenas, sin ser católicos, se
comportan de manera más cercana al amor cristiano, que los españoles que sí lo
son.
Es
posible entender todo este aparataje literario en el escrito de De las Casas,
entendiendo el propósito que busca con esta relación: convencer al rey de la
supresión de algunas prácticas usuales en América. Es decir, De las Casas tiene
un tono propagandístico (intenta conmover) para lo cual utiliza todas las
herramientas que tiene a mano: el uso de las estructuras tradicionales de las
crónicas, el giro invertido de las construcciones simbólicas de los grupos,
tomar la parte por el todo (describe lo que se hace a un hombre, para demostrar
lo que se hace a todo un colectivo), el uso de hipérboles y exageraciones en el
número de muerte o en las descripciones geográficas, el uso del discurso
apocalíptico y profético para acercarlo al fatalismo cristiano, etc. Vale la
pena resaltar cómo De las Casas
establece como imagen paradigmática la idea del consumo como acción primordial
en el proceso de conquista; De las Casas construye un grupo lingüístico que remite
a las formas en que lo español se come (consume) a lo indígena, lo cual está
acorde no sólo con la imagen invertida del canibalismo para lo indígena, sino
que tiene fuertes referentes con los sistemas económicos que imperan en la época
y que tienen su base en el oro extraído de América. Por ello, sobresale la
repetición constante de la ambición por el oro como único motor de las acciones
de los españoles.
Estructura: [Argumento] El libro se inicia con un
argumento que está escrito en tercera persona y que usa el tópico de Colón de
lo maravilloso y lo fantástico, para darle vuelta y empezar a narrar las
atrocidades y la destrucción de la Indias.
[Prólogo] Dedicado al rey Felipe, busca
comprometer al lector a que se supriman algunas acciones que se están llevando a
cabo contra el pueblo indígena. Desde este apartado, De las Casas ya inicia el
trabajo retórico para crear las dicotomías y comprometer al rey que se decida
por la que describe como más cristiana. Basa su argumento en el desconocimiento
del rey, y en que se describe a sí mismo como testigo de las cosas que están
ocurriendo en América, lo cual lo convierte en un cronista fiel.
[22 apartados geográficos] De diversa extensión, en cada
uno de estos apartados, De las Casas describe pormenores de las personas que
habitan cada lugar y de los tratos inhumanos que se han dado a personas y
colectivos. Nunca da nombres de los españoles que cometen las atrocidades, y en
ocasiones exagera el número de personas asesinadas (pero no lo hace con las
torturas que describe). Inicia con “De la isla Española” y finaliza con “Del
nuevo Reino de Granada”.
[Carta] De las Casas finaliza con una carta
anónima, la cual trascribe para ratificar la veracidad de lo que ha dicho. Si
bien la razón que expresa es la de que esa carta que halló debe ser publicada
para que sea conocida, hay un ejercicio de veracidad en la inclusión de dicho
documento al final de su texto.
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